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| POLYDOR 510 111 |
En aquellos días un famoso medio global decidió inundar el mundo con mis relatos de castillos encantados, dragones, héroes, fantasía y realidad. Y yo, el Contador de Cuentos, acepté el reto. Ésta es la historia de lo sucedido.
Me asignaron una oficina amplia, repleta de libros, con una impresionante vista de la Gran Montaña, es la reina de esta ciudad. En esa misma empresa trabajaban muchas personas, todas muy ocupadas. Y había entre ellas una joven que siempre pasaba despercibida. Era mi asistente, distante pero eficiente, casi invisible, siempre vestida de gris. Solo se encargaba de llevar y traer datos, documentos, y organizar el caos de mi escritorio.
Mis cuentos fueron publicados, el mundo entero los celebró; pero mi corazón lleno de cicatrices de amores perdidos, y cansado de tanto buscar, no encontraba su verdadero amor. Desde mi solitaria pantalla, borradores y tinta, nacían historias sin alma. Mis personajes anhelaban vida propia, romance y sentimientos .. ¡pero yo no podía dárselos! Necesitaba una heroína que, en mi fantasía, pudiera ofrecer un rayo de esperanza e iluminar mi perenne soledad.
Una tarde cuando intentaba escribir otra historia sentí el aroma a café recién colado. Mi asistente había preparado una jarra de café arábico, humeante y fragante, es el mejor que jamás hubieran ustedes saboreado.
— ¿Me invita a una taza de ese delicioso café? —le pregunté. —Claro, señor Contador de Cuentos —ella respondió.
La joven trajo el café. No me dí cuenta de su nerviosismo porque para mí ella seguía siendo invisible, siempre vestida de gris. Pero en ese momento el sonido de mi voz, que nunca antes había sido tan personal con ella, rompió el frío muro de su profesionalismo. Su corazón latía con tanta fuerza que la taza temblaba en sus manos, y entonces algo inesperado ocurrió: ¡Derramó el café caliente sobre mi escritorio! El borrador arruinado, y mi heroína, empapada. El papel y el trabajo, simplemente perdidos.
— Oh, señor Contador de Cuentos, que torpe he sido. Permítame limpiarlo todo — exclamó con las mejillas sonrojadas.
Nada dije pero estaba muy molesto, ella había arruinado a la nueva heroína que buscaba en mi corazón.
— No se preocupe señorita, déjelo todo así — le respondí.
Pero ella insistió. Aún sonrojada, se acercó a mí, y se inclinó sobre el escritorio intentando limpiar su desastre. Y en ese instante sucedió algo extraño: a través de nerviosismo pude sentir su alma, sus ojos brillaban como nunca antes. Entonces noté su gran belleza. No era invisible, ¡ella era realmente hermosa!
Le pregunté su nombre. "Soy la Chica de Datos, o quizás su Bonita, si usted así lo prefiere", dijo sonriendo. Y al instante supe que no necesitaba buscar una heroína fantástica para mis cuentos, la verdadera heroína estaba parada justo frente a mí.
— Preciosa señorita, ¿aceptaría usted ser la única heroína de mis cuentos? —le pregunté.
— Seré su heroína, si así lo desea, y le seguiré en su camino a donde usted quiera llegar —respondió sin dudar porque para ser realmente hermosas, las mujeres primero deben saber amar.
¡Y como por arte de magia mi alma se unió a la suya! Mi corazón ya no estaba solo, había encontrado su verdadero amor.
Al amanecer del siguiente día, sintiendo de nuevo su sonrisa, la luz del sol llenó de alegría mi vida, y por primera vez escuché realmente el murmullo de las aves en la Gran Montaña. Ella preparaba otro delicioso café, y ambos supimos que estábamos a punto de escribir una historia maravillosa, quizás la más bella historia de amor jamás contada.
Así, la Chica de Datos, la que antes era invisible, se convirtió en mi heroína, la flor que mi corazón anhelaba tanto. Con ella a mi lado, cada cuento que escribo cobra nuevo sentido; cada palabra brilla con la radiante luz que su amor incondicional me ha regalado. La melodía que selló esta gran verdad, la única que puede expresar mi amor por ella, no es otra sino aquella que conocí cuando niño, pero que aún no entendía: ¡"To Love Somebody" (Amar a Alguien) de los Bee Gees! A ella dedico esta melodía de amor que refleja mis sentimientos de amor profundo, sincero y varonil.
"To Love Somebody" es la perfecta y romántica balada que nació del rock y del soul de una londinense época pasada que vibraba con la exacta energía del amor que hoy siento por mi heroína.
"Amar a Alguien"(1967) Barry y Robin Gibb


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